miércoles, 19 de diciembre de 2007

Abdoulaye: el senegalés más criollo

La imagen tranquilamente podría hacernos viajar a lugares lejanísimos de nuestro planeta. Su rostro, su color y su vestimenta podrían llevarnos tal vez a Etiopía, República Mauritana o a tantos otros países que en general para nosotros, los que ocupamos el último lugar que nos tocó en el rompecabezas de América del Sur, forman simplemente África.

Pero sorpréndase estimado lector. Observe con paciencia y precisión el color de esos pastizales, los cables de alta tensión y ese auto que se aleja en la ruta. Tal vez nunca la haya transitado, pero le apuesto que estamos mucho más cerca de lo que Usted cree. Tan cerca que Abdoulaye Thim y yo de este lado de la cámara, podemos escuchar su aliento y cómo pasa las hojas de esta revista o desplaza su mouse sobre el pad. No se asuste, no vendremos a buscarlo a puntas de lanzas ni lo llevaremos a una aldea escondida en las pampas húmedas para verlo ser juzgado por el brujo de nuestra tribu o para cocinarlo vivo en una inmensa cacerola al ritmo de nuestras danzas y coros acompasados.

Es verano en Provincia de Buenos Aires y hace un mes que no llueve. Si no nos cree, mire los yuyos secos. Si no me hubiera topado con este personaje simpático y descabellado para estar en las pampas argentinas, estaría en Rosario ya hace dos horas. Lo vi pasar en su bici cuando recién había transitado 5 km del trayecto Rojas – Pergamino. Tranquilo, y a una velocidad lenta pero decidida, se dirigía en la dirección contraria. ¿Quién hubiera resistido la tentación de parar y preguntar que hacía él aquí? Con 38 grados a la sombra y a pleno mediodía me bajé del auto para sentir un calor agobiante. Me acerqué con precaución, pensando en qué idioma hablaría y qué le diría, no quería asustarlo ni incomodarlo. Hasta imaginé una historia fantástica: ¿Un ovni lo habría traído hasta aquí a través de un agujero de tiempo y espacio?

Me miró fijamente, bajó de su bicicleta y no puedo negar que fui yo el que se asustó un poco:

– ¿Se te quedó sin nafta o se recalentó el radiador Flaco?. También...¡con este calor!- .

Traté de disimular mis risas pero el empezó a reír enérgicamente y yo solté mi impulso contenido. Creo que se deben haber escuchado nuestras risas hasta en Ushuaia.

Y sí, Abdoulaye vive ya hace 40 años aquí y tiene derecho a hablar perfecto español y con acento argentino. Llegó de Senegal escondido en la bodega de un buque de carga cuando tenía tan sólo 5 años. Sufrió discriminaciones y angustias pero supo hacerse su lugar aquí, en la que hoy considera su tierra y donde aún conserva sus tradicionales vestimentas pero donde también se integra a nuestra cultura y dice: “Lo tomás dulce o amargo” a la hora de invitarme a unos mates. Con una sonrisa envidiablemente expresiva Abdoulaye es el tipo de hombre que sabe lo que quiere y lo logra. ¿Qué mejor prueba sino que haya llegado hasta aquí, y haya permanecido y subsistido en una cultura tan distinta a la suya durante 40 años?. Aquél mediodía tardé un poco mas que de costumbre en volver a mi ciudad. Pero valió la pena, me hice de un excelente amigo.

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