sábado, 22 de marzo de 2008

Cuento "No queremos otro Nash"

Escribí este cuento durante un viaje en ómnibus de Venado Tuerto a Rosario. Luego de pasar un par de días jugando intensamente como un niño con mi sobrinita Lola, mi creatividad desbordaba y decidí aprovecharla con lo único que tenía a mano: un block de hojas y una birome. Esta versión difiere muy poco de la que había concluido esa noche cuando llegué a la terminal "Mariano Moreno". Días después, "No queremos otro Nash" sería seleccionado en un concurso de narrativa para ser publicado en una antología.

No queremos otro Nash

-No necesito ir a algún lugar para salir a caminar- dijo, y un silencio sepulcral cristalizó el aire.

Cerró la puerta sin golpearla y se escuchó el ladrido de los perros de enfrente. En su mente retumbaron las voces de su esposa y de su hijo: “¿Adónde vas papi?”, “¿Adónde vas Eusebio?”.

Aunque Eusebio no era de esos tipos que andan con muchos secretos, en las últimas dos o tres semanas había estado más que reservado. Nadie había podido saber exactamente qué le pasaba pero todos coincidían en que existía un aire de misterio en su forma de mirar y de actuar.

Esa noche salió a caminar agitado. No llevaba más que su clásica camisa ombú, unos jeans gastados y un cigarrillo en la boca.

Como algunos meses más tarde su esposa se lo confirmara a medios locales y extranjeros, él no era de recibir llamadas raras ni de estar metido en negocios turbios.

- “Pero en la semana del 24 de octubre lo escuché recibir al menos cuatro llamados muy misteriosos en su celular. No podría reproducir exactamente qué es lo que decía, porque en realidad balbuceaba o sólo escuchaba, pero lo que sí puedo decir es que transpiraba mucho y miraba para abajo como reconcentrado. “¿Quién era Eusebio?” le dije. “Nada negra, son cosas del trabajo” me contestó. Yo nunca dudé de Eusebio, ni como padre de familia ni como hombre honesto que era. Por eso preferí no insistirle y dejarlo tranquilo. Seguramente él me lo diría más adelante si se trataba de algún problema realmente grave, como ya lo había hecho en otras oportunidades. Pero aquélla última noche estaba más enigmático que nunca. No cenó, tomó sus llaves y un cigarrillo y salió a caminar. En vano mi hijo y yo le preguntamos adónde iba. “-A ninguna parte”- dijo sin mirarnos a los ojos.”

La noche estaba fresca y clara. Eusebio siguió el camino de la luna llena a paso apresurado. El Padre Juan lo vio pasar y más tarde aseguraría en su testimonio que “ese no era el caminar de un hombre que no va a ningún lado”.

Sonó el celular y atendió apurándose aún más.

- "Aquí Cristal34, Eusebio. Todo va tal lo previsto, te estamos esperando. Si seguís haciendo las cosas bien no vamos a tener ningún problema. Seguí la luz de la luna y golpeá cuatro veces en la casa de puerta azul."

...y la comunicación se interrumpió.

Eusebio dudó en seguir adelante con todo esto. Recordó nuevamente las voces de su esposa y de su hijo, las reuniones familiares, el nacimiento de Pablito, la muerte de su madre y tantas otras imágenes que lo habían marcado muy fuerte en su vida. Todo pasaba muy rápido esa noche y él temía que algo cambiase para siempre esa vida, su vida, con la cual no estaba nada disconforme después de todo.

Cuando recibió el primero de los contactos en el chat hacia finales de septiembre, nunca imaginó que esto llegaría tan lejos.

- “Eusebio, sabemos quién sos y necesitamos hablarte. Sabemos que sos uno de los nuestros y tenemos algo importantísimo que explicarte.”

Él no contestó y sólo atinó a apagar su computadora abruptamente. Sólo usaba el chat muy de vez en cuando para comunicarse con su primo Lucas de Italia, así que muy pocas personas tenían su cuenta. Pensó que tal vez era una broma, o algún oportunista buscando sacarle algo… ¿pero qué?, si él no tenía demasiado. Decidió crear una nueva cuenta para chatear con Lucas. Pero muy pronto este desconocido volvió a interceptarlo en el chat:

- “No queremos hacerte mal Eusebio. Sos uno de los nuestros y necesitamos hacerte un upgrade. No podemos permitirnos otro Nash. No podemos permitirlo.”

Se hizo otra cuenta, y otra y otra más. Pero estas apariciones en el chat volvían a producirse enseguida como si perforaran esa supuesta privacidad y anonimato que él intentaba lograr con estos cambios. Tuvo miedo. Pensó en acudir a la policía pero no lo hizo, desde chico había aprendido que en general complicaban las cosas.

¿Nash? ¿Se trataría de John Nash? ¿Estaría enloqueciendo como el genio creador de la teoría de los juegos y personaje principal de la película “Una mente brillante”?. Pero Eusebio no era ningún genio para terminar así, era más bien un tipo sencillo, un tipo “del montón”. Entonces… ¿qué tendrían en común Nash y él?.

“Nash, Nash, Nash…” decía y meditaba.

Si en algo, aunque sea remotamente, se podía comparar con ese monstruo era en que él siempre se había considerado un tipo muy raro, característica que en general no era en absoluto percibida ni compartida por los demás. Esa marca de nacimiento en la frente, sus sueños densamente plagados de diálogos con seres extraños y hasta esa vez que con su mirada creyó haber detenido un ómnibus que estaba a punto de atropellar a dos ancianos en pleno centro de Rosario. Nunca lo comentó con nadie, y aunque siempre trató de olvidarlo, no pudo. Siempre había tenido esa especie de certeza latente de que ese día algo extraño había sucedido.

Luego de las intervenciones en el chat comenzaron los mensajitos sms al celular…

- “Eusebio, esto va en serio. Tenés un chip de los nuestros. Necesitamos hacer un upgrade del firmware. No queremos que te pase lo que a Nash. Por favor, tenemos que hablar.”

Pero él continuó ignorándolos. Esos días se puso bastante melancólico y recordaba mucho su infancia. Se pasaba horas mirando fotos. Pero algo comenzó a llamarle la atención en las fotos de su familia. Algo en lo que nunca antes había reparado. Entre tantas fotos, cientos de ellas, no había ni siquiera una sola foto de su madre embarazada. Aunque creyó que tal vez estaría sugestionándose demasiado y lo mejor sería relajarse.

Sin embargo, las misteriosas comunicaciones continuaron, pero ahora eran llamados telefónicos. Una voz serena y nítida con leve acento extranjero que no pudo reconocer le dijo:

- “Eusebio, debes escucharnos. Nos vas a obligar a aplicar métodos más drásticos para que nos creas. Cuando cortes este llamado vas a salir a la calle y te vas a encontrar con tu amigo Tito como cualquier otro día. Vas a decirle algo incomprensible, un mensaje-código que nosotros llamamos ALERT_STR. Tito va a reírse a carcajadas. Espero que cuando veas que esto se cumple me creas que te estoy hablando en serio.”

Meses después Tito declararía:

- “Aquella tarde nos encontramos como lo hacíamos todas las tardes. “El Euse” estaba de buen humor como siempre, aunque lo noté un poco atolondrado, como pasado de vueltas. Lo invité a tomar una cerveza y me contestó algo que no entendí bien. Justo en ese momento pasaba el camión cisterna mojando la calle así que no escuché bien lo que me dijo. Desde el camión, Huguito muy sonriente nos gritó el clásico: “¡Ustedes sí que no cambian más! ¿eh?” y yo le devolví una carcajada. Euse empalideció y se palpó el celular como queriendo verificar que lo tenía allí. Cuando le pregunté si se sentía bien me dijo que sí, que andaba un poco cansado últimamente por temas del trabajo y que eso era todo.”

Una semana después, otra vez la voz de ese hombre en su teléfono:

- “Eusebio: te dejamos descansar un poco para que asimiles todo lo que te está pasando. Sabemos que no es un momento fácil para vos pero queremos contenerte, te puedo asegurar que nosotros somos los únicos que podemos hacerlo. Quiero decirte que si hacés todo lo que te decimos vas a estar bien. Pero no nos queda mucho tiempo. Si aún te quedan dudas prestá atención a lo que te voy a decir por favor. Cuando yo corte esta llamada, tu esposa te va a preguntar con quién hablabas y le vas a decir: “Nada negra, son cosas del trabajo”.”

Y una vez más esa voz interfirió en su vida real, en su interacción con los demás. Eusebio no sabía si esta persona, fuera quien fuere, predecía su futuro o si realmente tenía una increíble influencia o control sobre sus acciones. Pero mas allá de eso, ya no le quedaban dudas de que todo esto no era nada “normal”. “Lo están logrando”, pensó y decidió no comentarlo con nadie al menos por ahora.

Aquella noche la luna tenía un brillo especial y su luz se concentraba en un sendero estrecho de no más de un metro de ancho. No era como otras noches de luna llena: la luz blanca brillante delineaba una perfecta pasarela sobre la tierra húmeda. A ambos lados la oscuridad era total. Siguió caminando con paso decidido y recordó el último llamado que había recibido el día anterior:

- “Eusebio, se nos agotan los plazos. Ya te dijimos que no queremos otro Nash, no podemos arriesgarnos a que te ocurra lo mismo que a John. Mañana es el último día para realizar el upgrade. No podemos garantizar tu funcionamiento ni tu comportamiento si no nos permitís intervenir.”

Siguió caminando y a unos treinta metros pudo ver que el camino formado por la luz desembocaba en una casa de puerta azul. Era una casa que nunca antes había visto en este pueblo, el pueblo donde había nacido y vivido durante toda su vida. A esa altura ya había decidido creer en lo que hacía y no tenía ninguna duda de que tenía que hacerlo. La puerta azul lo atraía como si fuera un centro de gravedad. Llegó hasta ella y golpeó cuatro veces. Tenía muchísima sed.

- “Pasá Eusebio” - se escuchó mientras la puerta se abría lentamente.

Entró sin miedo y no encontró más que una casa como muchas otras en ese pueblo: pisos de mosaicos grandes, muebles de campo y una mesa de madera con una inmensa jarra de agua sobre ella. Bebió sin parar hasta que no quedó una sola gota.

En la casa parecía no haber nadie. Exploró cada rincón, recorrió las habitaciones y salió al jardín. Caminó por un angosto caminito rodeado de árboles y sintió una agradable brisa fresca. Avanzó un poco más y percibió el cambio de terreno bajo sus pies. Era arena. Más allá, un mar con muchas olas brillaba bajo la luna inmensa. De niño siempre había soñado con que algún día el mar llegaría a su pueblo, pero los adultos le repetían que era imposible, que estaban a más de 300 kilómetros de la costa atlántica. Pero esta vez en sólo 5 minutos podía verlo. Estaba muy feliz pero tenía mucho sueño.

Giró su mirada y allí los vio. Eran figuras humanas, sí, pero rodeadas de una luz celeste intensa. Lo llamaron amistosamente, sonriendo y el percibió que no corría ningún peligro. Comenzó a hablar un idioma que él nunca antes había hablado ni aprendido, y era el mismo idioma que hablaban ellos y podía entenderles perfectamente. Uno de ellos, que parecía ser algo así como un líder, lo miró y se dirigió solamente a él:

- “Bienvenido Eusebio. Qué gusto inmenso que estés aquí entre nosotros. Realmente no hubiésemos querido causarte tantos inconvenientes pero allí en la frente donde tienes la marca se encuentra la razón de todo esto. Todos ellos están aquí por el mismo motivo que tú. Míralos.”

Era cierto. Todos tenían una marca en la frente idéntica a la de él.

- “A ver, a todos” – el mismo que le dio la bienvenida se dirigía ahora en voz más alta y a todos – “ahora que ya llegó Eusebio y estamos todos podemos comenzar. Mi nombre aquí es Cristal34. Escuchen con atención por favor. Todos ustedes están aquí por el mismo motivo. Si llegaron hasta aquí es porque a esta altura saben o al menos intuyen saber por qué vinieron. A mí ya me hicieron la actualización del chip hace unos años y hoy estoy aquí para coordinar esta sesión. De la misma forma, en el futuro ustedes podrán ser convocados para coordinar otros upgrades y les aseguro que sentirán un orgullo inmenso al poder hacerlo. Ante todo quiero decirles que no deben tener miedo: ustedes estarán bien y sus familias también. Luego de estos tres meses de tiempo terráqueo volverán a sus vidas normales. Para nosotros, los que estamos aquí, todo pasará en una noche. Les garantizo que tenemos representantes que están trabajando para que sus familias sufran su ausencia lo menos posible durante este tiempo. Ahora vamos a compartir un rico banquete al lado del mar y luego verán que despertarán cada uno en sus puertas de ingreso. Cada uno en sus respectivos países y ciudades. Cuando esto ocurra, ya todo habrá concluido y no recordarán absolutamente nada de lo que pasará aquí esta noche. Durante nuestra cena responderé a absolutamente todas sus preguntas y vamos a divertirnos mucho, ya verán. Los invito a sentarse y a disfrutar de una de las mejores veladas que jamás habrán vivido. Lamentablemente no puedo decirles que será “inolvidable”, ya que sólo la recordarán si vuelven aquí por algún futuro upgrade o si tienen la suerte de ser seleccionados como coordinadores. ¡Bon appétit!.”

Todos se aproximaron a una larga y prolija mesa sobre un deck de madera junto al mar. Sobre ella, la más inimaginable variedad de exquisiteces para todos los gustos y paladares. La conversación era muy placentera, todos, los trece incluido el coordinador, confesaban sentirse como entre amigos de toda la vida. La diversidad de razas y de religiones era notoria, sobre todo porque era atravesada por una comunión entre ellos que superaba cualquier diferencia. De Argentina sólo estaba Eusebio, y había un brasilero, una venezolana y el resto era de Norte America, Europa, Asia y África.
En un momento, uno de ellos le preguntó al coordinador: “¿Podrías explicar que pasó con John Nash, por favor?”.

“Sí, cómo no. Con John se equivocaron mal. En realidad hubo muchos otros casos similares pero que no se conocieron porque no fueron famosos. El caso de él tuvo resonancia mundial porque realmente él era una “mente brillante” como bien lo dice el título de la famosa película. Lamentablemente, en aquel entonces todavía no se aplicaban las estrategias comunicacionales que se están aplicando hoy en día. De hecho, basándose en el caso Nash es que se han desarrollado nuevos métodos que aplican ahora sobre nosotros para convencernos de venir aquí a la playa para hacernos los upgrades.”

“John era uno de los nuestros y ahora se sabe que lo que se intentó hacerle fue un upgrade. Lamentablemente nunca lograron convencerlo de venir a la playa y todas las interacciones devinieron en su dramático final. Al principio John no estaba enfermo, se comunicaron con él como lo hicieron con ustedes, pero fallaron en la forma en que lo hicieron. Se cometieron muchísimos errores y muy groseros. Incluso, el coordinador que interactuó con John le dijo que tenía el chip en el brazo equivocado, en el izquierdo. Él fue parte de una serie de nosotros cuyos chips se injertaban en el brazo. A partir de su caso comenzaron a injertarlos en la frente. La idea fue buena, frente hay una sola y no hay espacio para confusiones como con los brazos o las piernas.”

“Si miran la película de Russell Crowe van a ver que en un momento John escarba en su brazo izquierdo buscando el chip como un intento desesperado por comprobar si lo que le decían era verdad o realmente estaba enloqueciendo como lo creía su entorno. Lamentablemente el chip estaba en el otro brazo, en el derecho. Ese fue el punto de inflexión del caso desde el cual ya no pudieron volver atrás. Nash comenzó a enloquecer desde ese momento, si bien tenía alguna tendencia paranoide previa. De allí en más, los coordinadores y agentes no pudieron hacer más nada por él. La situación se escapó de las manos. Las apariciones a partir de allí fueron parte de su locura porque ya no se intervino más. Por eso, el lema de todas las campañas de upgrades a partir de ese entonces fue “no queremos otro Nash”, la campaña que se utilizó conmigo y que utilizamos ahora con ustedes. En conclusión, el pobre John no estaba loco, pero lamentablemente nunca nadie lo supo ni lo sabrá allá en la tierra. Aquí en la playa, todos sabemos lo ocurrido.”

“Pero, ¿qué les parece si vamos a algo más divertido?. ¿Están disfrutando del banquete? Antes del postre tengo una sorpresita para ustedes…tenemos cuatro invitados especiales en la noche de hoy, cuatro que todos ustedes conocen…”

Mientras Eusebio aguardaba con expectativa la sorpresa se sirvió un poco más de champagne. Observó que sus manos resplandecían también con ese color celeste brillante que tenían los demás. Se sentía tan a gusto que recordó con nostalgia anticipada que esa misma noche tendría que retornar a su vida normal.

Una melodía conocida que se acercaba lo sacó de ese estado. Miró para donde todos miraban y allí estaba: un enorme camión se aproximaba hacia ellos por la playa. Más que un camión era una especie de escenario móvil. Arriba del mismo, cuatro figuras humanas vestidas de blanco y con la misma luz celeste resplandeciente tocaban “Sympathy for the Devil” y saludaban cantando “¡please to meet you!”. El escenario se posicionó frente a ellos dejando el mar tras ellos. Cristal34 subió al escenario a saludarlos y gritó: “amigos y amigas, con ustedes los Rolling Stones” y Mick Jagger empezó a cantar “Under my dumb” después de la inimitable introducción de la guitarra de Keith Richards.

Los trece comensales enloquecieron, cantaron y bailaron. Cuando terminó el mini-recital, los Rolling se sentaron a la mesa a conversar y a compartir el postre y unos cuantos tragos. Eusebio hubiera querido permanecer allí de por vida, ya no le importaba regresar a su estilo de vida. Pero el sueño empezaba a volver con insistencia en medio de risas y tragos hasta que cayó dormido sobre la mesa.

Al día siguiente se despertó en la misma casa de puerta azul que lo había conducido a la playa. No recordaba absolutamente nada de lo sucedido. Volvió a su casa y su esposa y su hijo lo abrazaron muy fuerte y en silencio.

- “Ya sabíamos que estabas por llegar. En la CNN informaron que de los trece que desaparecieron ese día, los del hemisferio Oriental ya estaban volviendo a sus casas. Un australiano, una japonesa, y un sudafricano aparecieron hace unas 11 horas aproximadamente. Todos en perfecto estado de salud y todos desaparecieron el mismo día que vos Eusebio” – dijo su esposa.

- “¿Qué me decís?, si solamente salí a dar una vuelta. ¿Desapareció quién? Mira Negra, no me vengas con cosas raras, estoy muy cansado, me voy a dormir un rato. ¿Más tarde vemos una peli?”

- “Bueno, voy al videoclub, ¿alguna sugerencia?”

- “¿Vos viste “Una mente brillante”?”

Eusebio se sacó los zapatos y se fue a dormir. Nunca más volvieron a hablar de lo ocurrido esa noche o mejor dicho, de lo ocurrido durante esos tres meses de ausencia.

Juan Premoli, febrero 2008.

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